(Llego al cementerio y no se por que estoy ahí. Por que este sentir que le debo una visita a los muertos. Como si ellos pudieran sentirlo, llego visitándolos a todos. Me acompañan en mi camino recto hacia el fondo y luego a la derecha. Saludo a Belén y le pido permiso para sentarme en su banquito. Lo mas perturbante del cementerio es la quietud. Cada tanto un soplo hace resonar campanitas en el silencio. y otra vez quietud. algunos adornos que se mueven dentro de los lechos como si quisiéramos que externamente la quietud no alcanzara nunca a nuestros muertos. Yo presencio breves minutos de esta quietud. imagino este estado en permanencia cuando no hay nadie para atestiguarlo. El cementerio solo, sus campanitas, adornitos que se mueven, el sol posándose siempre sobre los mismos muertos, mi hermano tiene poco sol pero el no se da cuenta. No se realmente que mirar. cómo mirarlo. hay cosas que estaban en mi casa y ahora están acá. Tengo fragmentos de memorias, imágenes que no se como contener. Acá parece que las cosas y la vida se aíslan de su contexto. Es la sensación de un tiempo detenido, de todo aquello que no transcurre. El cementerio se me aparece como un vacío que venimos a llenar de incertidumbre y espera. de memoria y lagrima. del gesto que nos lleva a revivir brevemente el ultimo lugar al que cedimos a nuestros muertos. Y cuando nos vamos, el cementerio también se nos viene dentro.)
top of page
Priscila Vallone
bottom of page
Comments