(A veces el día se pone difícil. Sabes que va a ser difícil cuando todavía no abriste los ojos y ya te molesta estar despierto otra vez. Cuando no tenes muchas ganas de hacer nada. De sentir. De moverte. Ni te preocupa mucho comer. O el sol afuera. O ninguna cosa en realidad, porque todo se diluye y se vuelve pálido y pierde su importancia. No queres hablar con nadie, no queres abrir ninguna notificación, no queres ir a ningún lado, no queres ver a ninguna persona, que además te recuerda que vos también lo sos y deberías comportarte como tal. Pero no tenes deseo. No tenes ningún deseo de ser ni parecerte a una persona. A pesar de ello no hay lugar en el mundo para tu amebismo. Para tu falto de ganas. No hay ni un día que puedas dejar de existir, ni siquiera un rato, para realmente desaparecerte de la vida y volver cuando puedas, cuando te sientas listo. Entonces igual abrís los ojos. Igual salís de la cama. Y de repente, un ruido de magia. O de correa contra la puerta. Unos ojitos que te miran. Todo el amor sin palabras. Y te vestis. Y te haces persona. Y sacas al amor a hacer pis. Y te olvidas que te molestó despertarte, otra vez, porque todavía hay alguien moviendo su cola que te recuerda: un día a la vez.)
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