Días veces hoy. Crujir como una hoja. Estallar en fragmentos o en últimos alientos. Recorrió el largo de la piel con su índice y te hizo temblar como una hoja antes de crujir. Antes de ser mínima sobre la tierra mojada. Cada tres minutos y cinco segundos vuelve a encontrar y vuelve a doler. Te grito en diagonal desde los ojos porque no sé nacer. Perdí todo lo que te dio y cada persona que quisiste ser y no aprendí cómo no irme cómo no retener. A veces cuerpos azules o violetas buscan cosas para armar y guardarlas en su centro para sentir en cada falta algo completo. A veces cuerpos rojos se me acuestan encima e incendian mis pupilas. mis sábanas mi saliva toda mi casa. Cada dos minutos y tres segundos pájaros edifican un hogar que se destruye al instante. Retazos de personas impares discuten lo que ya no son. Sus plumas vuelan hasta ser mínimas sobre el aire donde congelan la quietud. Permanecer es insistir sobre el instante. Todo grito enmudecido anuda la garganta y asfixia a su propio pájaro. Si me saco el corazón para morderlo es porque no quiero verte sangrar. Pero te grito al mismo tiempo amor porque siempre estoy mordiendo el borde y parece que en cualquier momento me voy a volar del mundo. A cada vez que llego cada vez me voy. Te pido por favor amor que no me dejes anularme ni cerrarme del cuerpo en el que estoy. Llevo escribiendo cuarenta y ocho minutos lineales donde cada dos o tres líneas me ausenté de mi densidad. Me nublé de coordenadas. Vuelvo desde otro espacio donde aún me encuentro. Donde vuelvo a buscar y no vuelvo a doler. Cuando me pierdo en este tiempo aparezco allí donde no sé llegar ni cómo nacer. Alguien que me grita del otro lado me pide que no me vaya aunque nunca nada esté bien. Se parece a alguien contando los días para ir. Se parece a alguien que se parece a mí
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Priscila Vallone
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