Tengo al menos cinco años de contractura en la mandíbula. Tuve al menos varios años de silencio. De no querer dejar salir ninguna voz débil y temblando para que se quebrara en el instante. De ajustar un diente contra otro -cada|uno|contra|su|opuesto- haciendo fuerza para no dejar de existir. Para no pulverizarme en mi propio llanto. ‘Qué horror’ dijo la médica cuando sintió mis huesos tronar en sus dedos. Sí es producto del horror, pensé yo. Es un grito silenciado desplegando su fuerza.
El cuerpo siempre habla lo que no podemos decir.
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