Cuando aparece una estela anaranjada asomando por la ventana. Cuando la tibieza del cielo tiñéndose de azul a dorado te moja las piernas. Cuando el borde de la piel pierde su carne para ser momento. Plenitud. Contemplación. Cuando salir de la cama no es más motivo que quedarse en ella. Cuando todo este momento se vuelve en un segundo y sin aviso tristeza sin sentido. Y el cuerpo paréntesis pregunta silencio. Intimidad. Calma etérea. A veces los ojos hundidos en la nuca. A veces amanecer sin pausa. Qué es pensar cuando no hay pausa. Cuando la razón se dobla a la mitad de su mitad y se desenvuelve en otro espacio paralelo - donde te ves - anocheciendo. Haciendo eco. Desmenuzando entre sol y sol cada partícula de ausencia. De luz para que no se vaya. A veces anochecer en pausa. Donde todo está quieto menos la huida interna. Querer salirse por los bordes y rebalsarse de presencia. Crear un yo múltiple y permeable que no sepa ya qué es. Dejar algo móvil en su deriva. - A veces corporizar la nada -. Otras hacer del cuerpo un verbo. Desintegrar un espacio y luego otro hasta configurar este universo: donde el sol que aún no nace moja los labios y la espalda. Donde ya/no/hay/ca(l)ma de donde entrar o salir. Donde no hay motivo ni razón aparente. Donde no hay espacio posible salvo aquel del que te querés ir
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Priscila Vallone
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