Mil cuatrocientos cuarenta y cinco ojos llorando hacen al hambre de los días Diecisiete horas se acumulan y explotan y vuelven a empezar Tres estatuas atardecen en sombra al filo del horizonte Veintiocho pájaros comen de los cuerpos que van al río Dos venas se abren para ser ese río Veinticinco latidos marcan el pulso final de la noche Catorce soles nocturnos hibridan la coherencia Treinta pieles erizadas se dejan caer Quince mujeres doce madres caminan oliendo tenue Ciento setenta y cinco árboles detrás crecen en las vértebras Sesenta y dos insomnios consecutivos cruzan el cerebro a la par Trece hombres florecen y desnudan en su lugar Cuarenta sombras se desprenden y se van Veinticuatro invisibilidades retornan al cuerpo Sesenta y siete líneas dando forma a la existencia Cinco úteros conteniendo las otras sangres los mañanas Doce vidas construyendo dioses para la soledad Treinta y dos segundos de caricia cuatro mares un lunar Cuarenta y siete signos universales Cincuenta y cinco cicatrices tres personas Dos latidos Un
lugar
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