I.
(Algunos momentos se suspenden. Se elevan tanto que ya no es necesario buscarlos. Vienen como necesidad de estar allí, de volver a ser en ese tiempo y espacio. A veces se nos intala en el deseo y se vuelve un momento crónico. Otras se evapora sin querer para dejar la sensación de lo que fue. De algo que hubo y tuvo lugar en un cuerpo propio anterior. La vida como un loop de rememoraciones. El momento que se repite y vuelve, una y otra vez, a suceder en el cuerpo. En el instante. En este otro yo.)
II.
(Hay días que ya no lo extraño. No porque no extrañe, si no porque el momento está tan suspendido, que me tira del cuerpo. Me debilita la sangre, me sustrae el yo. Deja la carne para después. La fuerza. La materia lánguida frente a la sensación del momento que reaparece tambaleando en la memoria. Algunos momentos se reinstalan en el cuerpo hasta desarmarlo y no dejar más que todo lo que ya dio. Hasta desgranar fino su presente. El momento es equidistante al pensamiento en el que se aloja en el ahora. Algunos momentos no tienen tiempo. Son la materia negra del sujeto. Y hay otros momentos se miden en la piel. En la cicatriz. En la mirada que se pierde en los espacios blancos del día buscando memoria a través de la nada)
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