top of page
Buscar
Foto del escritorPriscila Vallone

Microretrato de una noche enferma (2010)

Es cierto que no dejaría jamás de subir y bajar por las escaleras si fuera un ascensor una segunda opción. Son cosas tan personales como visitar al pájaro que se que vive en el hueco de mi pared. Digo un ascensor porque dícese que lo cómodo posiblemente traiga la felicidad o la simplifique al menos pero podría morir. Sé que hay un pájaro porque los pájaros realmente existen. Este es mudo. Pero sé que existe porque a pesar del hecho de realmente existir, lo he visto subir y bajar ascensores toda su vida y jamás me ha preguntado nada. No sé quién habrá pensado jamás que la felicidad es una cosa cómoda. No subiría ascensores por el hecho de que podría morir con este pájaro sobre mi cabeza de manera que indignaría los antiguos pensamientos de mi difunta madre. No cabe duda, este pájaro sabe que existen. Todo el edificio lo sabe porque son rojos como la lengua que ve uno posada a los espejos en las tiendas de cosas de segunda mano y tienen pies de porcelana. Es un ruido insoportable el que hacen al subir al ascensor junto al pájaro que los picotea tres veces lentamente, uno por uno, y yo debo correr con solo una pantufla a buscarlos por la madrugada. Son unos pensamientos de difícil cuidado que mi difunta madre ideó cuando cumplió diez años porque creía que las escaleras tendrían voluntad de mecerla llegada su muerte. Su felicidad fue una cosa cómoda y este pájaro lo sabe. Mi otra pantufla se encuentra en el hueco de mi pared y a veces la voz de mi nuca me pregunta cuál sería el problema en sacarla, y recuerda que el pájaro me la ha robado. Podría matarme de noche si la saco y luego posarse sobre mi cabeza. La voz de mi nuca también conoce al pájaro y quiere matarlo; segunda razón por la que no dejaría de subir y bajar por las escaleras a pesar de vivir en el último piso y tener solo una pantufla. La voz de mi nuca es bastante innecesaria y proviene de dos finos labios que debo tapar con cinta en caso de cosas importantes. Durante las noches debo dormir boca arriba para silenciarlos ya que la cinta suele resecarlos pasadas las dos horas por lo que no podría usar tal técnica. Son las siete horas tres minutos de la mañana del miércoles y las escobas comienzan a retumbar en mi piso porque los pensamientos rojos están correteando por el edificio mientras el pájaro que ya ha salido del hueco de mi pared se pasea en el ascensor esperando que los pensamientos suban para picotearlos tres veces, uno por uno. He dormido un minuto y medio el día de hoy y me levanto esquivando los pozos que las escobas han hecho con el tiempo en el trayecto de mi cama a la puerta de entrada. Tengo solo una pantufla puesta, veo la otra en el hueco en mi pared, la voz de mi nuca rezonga, las escobas golpean, los vecinos se quejan, los pensamientos hacen ruido con sus pies de porcelana y gritan, el ascensor sube y baja constantemente, al abrirse se ve el pájaro que se ríe, los pozos me demoran, son las siete cero siete bajo corriendo las escaleras y mi felicidad no es nada cómoda, a estas alturas me encuentro cansado y quisiera el lujo de dormir dos minutos diarios, asique esta vez tomo los pensamientos y los azoto contra la pared rompiéndolos en mil pedazos esparcidos en el suelo. Veo que el pájaro sale del ascensor a comer los pensamientos asique lo tomo por su última pluma y me como su cabeza a salvajes mordiscones hasta digerir su pico. Los labios aun rezongan, asique he decidido meterme los treinta palos de escoba en la nuca y la voz se ha callado, los vecinos miran anonadados, yo subo por la escalera para no perder la costumbre y tomo mi pantufla del hueco en la pared. Mi madre debe estar muerta. A mí no me molestan los agujeros en el piso, los vecinos se encuentran aún en silencio, he vomitado un ojo sobre el colchón aún tengo sueño cierro la puerta detrás, y me decido a dormir boca abajo ya que los treinta palos en mi nuca no llegan al techo, mi comodidad es plena. Luego de matar los pensamientos, haberme comido la cabeza del pájaro, tener mi otra pantufla, y silenciar la voz con los palos de escoba puedo finalmente decir, mi felicidad es una cosa cómoda, hasta me siento minimamente bien. Ahora sí, Buenas noches, debo dormir.

0 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Pupilar

¿Siete años, ya?

A veces no necesitas más que un soplo fuerte de viento para acordarte de repente de algún día en el que jugabas con él en la vereda y el...

Almendra

(A veces el día se pone difícil. Sabes que va a ser difícil cuando todavía no abriste los ojos y ya te molesta estar despierto otra vez....

Comentarios


bottom of page