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Foto del escritorPriscila Vallone

Libaldías lluvia genuina


(Ese día) Libaldías fue recorrido de punta a punta por un cosquilleo eterno. Cosquilleo suave empapando su cuerpito dócil reposando a la ventana donde la humedad venía cansada a ser el frío saludando acariciando adentrándose a su ser. Libaldías mirándose el pecho de a pedacitos como si una nube lloviera intermitente de adentro hacia afuera y no hubiera existencia que evaporara ni una gotita brotando en el hueso. El corazón (pluc plúc, pluc plúc) en todo su diluvio y queriendo decir algo estiraba sus manitos sin lograr que Libaldías fuera plenamente abrazado por sí mismo en dicha triste mañana azulada y gris al centro de cada cosa. Libaldías como el reflejo de un lago temblando objeto de la memoria de otras manos agarrándole las venas suavemente para comenzar a tirar de las puntas y hacer del resto un barrilete que vuela de tristeza: Tristeza la que venía con sus deditos de esponja a cosquillearle eterna la permanencia en el espacio Libaldías por el aire a ojos cerrados sobrevolando la esencia de un llanto quieto y la respiración doliendo tiernamente como un latido en cada hueco del adentro, Todas sus zonas corporales y demases geografías intangibles en estado de ardor tenue,  abriéndole de a tajitos todo todo Libaldías acariciábase con paciencia a ver si este cariño zurcía aquello que lo azulaba, palidecía, Libaldías sumido en profundas ondulaciones de vacío, iba contándose las ausencias entre los dedos. Asomaba el corazoncito cada tanto y tiraba piedritas al océano, Libaldías volvía tierra adentro y la noche queriendo hacerse nido sobre su espalda, su fragilidad requebrándose a /cada gota brotando del pecho, y ahora /cada gota con su gemela o su siamés todo el adentro se llovía creando la tormenta silenciosa se dividía en ríos que Libaldías observaba corriendo por sus piernas y sus brazos y su cabeza, cada río que se llevaba arrastrando en su superficie una porción de piedra y barrilete y corazón y Libaldías sonreía mínimamente y pensaba que se iba perdiendo, conversaba a la ventana entusiasmado sobre cómo se pierde el vuelo cómo quiso ponerle botones a una herida de cómo anaranjarse en pleno dolor expansivo hundiendo todo momento y se durmió mirando migajas de su cuerpito saludando desde la corriente. Martes 7 am Libaldías abre sus ojos en la mísma la ventana, suspira profundamente y es recorrido por un cosquilleo eterno; con un dedo palpa al corazón para despertarlo y descubre que las patitas de la tristeza se han quedado todas y duermen en él. Las acaricia despacito, y se deja llover.

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