Necesito algo que frene. El tiempo te lo da. Todo pensamiento aislado constituye algún efecto. Amé tanto que dejé ir. Volver a uno mismo es partir dos veces. Encontrarse con un destino y el riesgo de que en toda cumbre y restante abismo no haya nada. Y sin embargo, tener fe. Amé tanto que marchité la tristeza. Ninguna estación contempla la caída de los cuerpos. Cualquier camino adquiere una forma que prescinde de otros pasos. Nosotros también prescindimos de ser caminados. A veces estar quieto es sacudir la psiquis y establecernos y agotarnos. Juzgarnos. Quizás pensar que no hacemos demasiado. Qué es poco. Qué es movilizar. Guardar la lluvia para amanecer los sexos. Pensamientos mujer-hombre que comprendan lo neutro. Adaptarse a los órganos y a los objetos sin lograr un encuentro. Una piel que contenga tanto el vacío como el universo. Con la propia voluntad y deseo hacemos barquitos para no nadar en ellos. Y mojarlos con los ojos siempre que soplen en la espalda. Engendrar un corazón para latir y otro para dañar. Cualquier éxtasis comprende viajar hacia una caída. Recorrer la médula con un olvido feroz. Cuando viene el sol luego del desvelo y todo su frío a delimitar la existencia comprendo haber ocupado un lugar con el cuerpo. Cuando todo arde. A veces todo arde. y no hace falta saber cómo decirlo.
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Priscila Vallone
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