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Foto del escritorPriscila Vallone

Entiendo tu locura y tu suicidio porque sé qué es no dar más (2011)


Ni hablarte de esto. Cómo venirte con la palabra duelo o la palabra muerte por favor, si no sabrás de qué habla uno cuando dice herida y siente muerte cuando dice duelo y siente desesperación, si no habrás sabido que decir que lo que se quiera decir nunca alcanza en lo más mínimo todo es poco cualquier intento de explicación es vano si no habrás, sabido sentirte solo y desgarrado y herido y en duelo constante y en muerte más que en vida y no porque no estuviera nadie, sino porque así es como se siente uno cuando le arrancan una parte de sí y el amor en el cuerpo que queda por dar nunca llega como quisiéramos al otro cuerpo nunca llega al que no está para verlo reírse para verlo regocijarse ante el propio abrazo y uno se siente amar solo, insuficiente, desamparado, rendido ante el abandono de quien se fue deseando día a día minuto a minuto la huída hacia el cuerpecito que uno ama para verlo y tenerlo de nuevo, si no habrás sabido bien lo que es Desespero. Sé que entendés de qué vengo a hablarte, y si necesito hablarte es porque todavía no me creo la ausencia de nuevo, el estar acá sentada sin tu cuerpo en frente mirando de la mesa al cielo los ojos cansados como si tuvieras cien años de desierto arrastrándote la arena encima, y la cerveza y la mañana apareciéndose enorme arriba nuestro encontrándonos en la charla nocturna que se había hecho costumbre cómo me gustaría escucharte cantar. Así como hacías, como te nacía bajando los dos párpados y hasta sufriendoté en cada estrofa recordando a tu  nene y lo que le gustaba contándome cómo es que se sentía estar bajo tu piel y yo que jamás lo entendería porque es algo demasiado grande y sin embargo escuchaba tan atenta sufriéndome con vos, porque yo también tengo a mi nenito y tu voz me ayudaba a entender la soledad, vos que te sentías mil veces más solo que yo, más golpeado más herido sin un mínimo consuelo que te devolviera el aliento Yo no entiendo la herida pero entiendo su lugar en tu corazón. Entiendo tu búsqueda constante el vagar cada noche encontrarte en un bar escaparte como si realmente pudieras desaparecer en algún lado que aliviara tu pecho y nunca nada te dio aire Entiendo tu ahogo sin pausa. Qué venir hablarte de nada parecido que no sepas, Mi compañero de Dolor, en qué pensabas cuando se perdía tu mirada lejos en la mañana cómo es que tanto te dolías en cada respiración, cómo quisiera tenerte un poco más cerca para saber al menos si es cierto que en algún lado de qué se yo dónde uno puede al fin entregar el amor que nunca llega, y puede dolerse menos, y puede pronunciar lo que quedó pendiente y puede darse por completo y sanar. Sobre todo sanar. Reconstruir el alma rearmarse sin el golpe curar la herida y dejar de sangrar, o sangrar menos, o dar el abrazo que mientras vivo tanto deseo tanto tanto tanto. Uno al menos, una caricia que no sea al cadáver, y de nuevo la piel amarilla las flores el llanto la gente qué decirte. Ahora llorar por vos, por tu cuerpo, y tu madre tan desesperada ojalá no puedas verla sufrirse como lo hace en el grito al vacío que llama a tu nombre nadie responde su cuerpo recostado en el lugar de siempre el mismo desconsuelo de tres años multiplicado en su sillón a cada pérdida ahora por vos. Vos vieras a tus hermanos sumidos en el desconcierto de no entender nada, o no quererlo, los vieras sentados tratando de calmar sus ojos sus gargantas vieras tu lugar en la mesa donde te esperan vieras la puerta a la hora en que te íbas, o que llegabas, vieras como nadie encuentra razón cómo internamente nadie cree haberte visto entre las telas blancas con tu carita apenas visible asomando tímida desde la muerte no eras vos con la sien vendada quien yacía, no no eras quien estaba dentro del cajón no eras a quien llevaban esa mañana de pleno sol mientras se nos enfriaba el alma yo caminaba y pensaba de nuevo en los pasos interminables pensaba en las cruces a los costados pensaba en las flores en el piso y pensaba que de nuevo no quería, otra vez no por favor no eras vos, pero vieras; Te vieras. En línea recta hasta tu hijo, justo en frente, el cajón deslizandosé lento hasta encajar en el lugar donde reside tu cuerpo mudo para siempre. Hoy sábado 31 de diciembre de dos mil once, me siento en esta mesa a extrañarte, a dolerme, a llorarte, a hablarte como si estuvieras, a hacer lo que solíamos, a desvelarme en el dolor, vengo a hablarte porque estoy cansada de sentirme sola aún sabiendo que esto no me ayuda, estoy cansada de la búsqueda, cansada de ésta sed de alivio, cansada de la miseria cansada de la ausencia sensible en cada rincón de esta casa donde te veo pasearte caminando en duelo y no estás; y aunque trate de consolar a quien pueda así no exista cómo, aunque trate un abrazo blando aunque quiera inventar un espacio donde recostar el abandono, lo único cierto es que: Yo tampoco estaba preparada para tanto dolor.

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