Alguien dio la espalda. Dio que ver los hombros y las sombras alargadas sigilosamente por debajo del ojo. Alguien hizo un ruido con los dientes. A quien no fui a golpearle la puerta para que la lluvia se quedara con mi espera. A quien no le di lluvia. Pero me dejó que intentara huir y quedarme y en silencio mordiera hambre. Alguien quiso amarme. Y me dijo que me fuera cerca para aturdir en la distancia a un cuerpo y otro y así pudiera cuantificar la ausencia. Decir en números la falta. Coser un nudo y luego otro hasta hacer una sola garganta. Alguien se fue de repente. Quién mudó de piel para dejar la casa. El hogar que hicimos con estos huesos que orbitan próximos. Alguien tuvo fe y pensó que podría dejar y partir sin peso. Sin signo de mirar por el hombro a ver quien sigue a quien. Quien sigue a alguien. Como si quien quedara no mirara hasta el fondo de los días a ver quien viene. Y alguien no volviera a aparecer ni siquiera en lo pequeño. Como quien pudiera desarmar el nido de su cuerpo. Y huir a alguien. Que ya no es
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Priscila Vallone
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