Quién mejor sino para
Escalarse arrastrándose
Hasta el borde del punto
Más infinito del alba
Para ensordecer
Con eco de trueno
Y garganta entregada
(la miel en los surcos
Del pétalo a pétalo
Que desviste a la espina)
Un canto de fosa pálida
Cardumen de espejos
Destellando el sol al río
El viento como navaja al pecho;
La musa que respira dormida
bajo la cobija de la belleza y la inexistencia,
del ulular su forma a pedido del día
Hila al poeta
Para que a fragmento de pluma cálida
Destruya la pasión al universo que lo nace
Para que logre por sobre todas sus letras,
Por sobre todo el resto de las hojas
O los pies muertos;
La suavidad ante sus ojos.
Y como brisa al aura externa
Al rostro pálido ajeno
Que espera del vacío
Un nacimiento de melodía tersa
Crea con su aliento
Emergiendo de esta superficie
Tragando llama a lumbre
Penetrando en la inconsciencia
Del parpado al alma dormida
(Un augurio de voces sobre la palma);
La caricia
De la palabra.
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