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Ador

  • Foto del escritor: Priscila Vallone
    Priscila Vallone
  • 13 ago 2018
  • 1 Min. de lectura

Soñé que estaba parada en medio del cielo. El sol estaba en frente, atardecía, las nubes rosas y doradas. Mi carne rosa y dorada. Ni cuándo ni dónde ni sangre ni olores. Y depende de donde pisara/podía caer o envolver. Pisar una nube es también caerse hacia adentro y atardecer y enmudecer. Estaba en estado eterno y vos venías a buscarme. Nos sentábamos al borde del cielo y vos querías volver y tirarte: yo no estaba yendo a ningún lado. Podíamos hablar sin voz y sentir a la vida y a la espera. La dimensión de esperar. La profundidad de la espera de un momento y no otro: Hay. Un momento justo para volver. Y uno para quedarse. Había un momento para caer a una porción de mar tibio cerca de una costa, y en todos los otros momentos en los que nos tiráramos, no hubiéramos sabido dónde caer. Estaba este momento para ser eternas. Yo quería seguir atardeciendo rosa y dorada y vos venías a buscarme. A decirme que tenía que tirarme con vos. Que podía llevarme el cielo dentro.  Y esperar

 
 
 

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