(Almendra corría como no sabiendo para dónde ir. Yo seguía sentada en una piedra, con todo el agua en la cara, mirando la noche profunda y varias estrellas brillando en el medio. Dos patos flotaban inmóviles. Hablé con mi hermano no sabiendo qué más hacer. Le conté qué me pasaba, le dije que estaba cansada de sentir las cosas que siento. Realmente cansada. Le pedí una señal, le pregunté si me estaba escuchando, le dije que lo necesitaba. Miré a ver si alguna estrella destellaba más aunque sea de refilón. No pasó nada. Al subir al auto una canción cristiana me decía: Hay un dios que está cuidando de ti. Yo no creo en ese dios, pero creo en las señales divinas. Por un segundo en toda la profundida de la angustia, sola bajo una noche inmensa, me sentí un poquito menos huérfana.)
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Priscila Vallone
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